22 enero – 22 marzo 2025
Barcelona













know more about
& remember, loneliness
is still time spent
with the world
—Ocean Vuong
Las pinturas de Mari Eastman puede que tengan purpurina, o que provengan de revistas de moda, pero hay algo que las sitúa en un universo completamente ajeno y distante al bling bling. Sus rostros desdibujados se convierten en antídoto al filtro Clarendon. Se sitúan en un plano mucho más sugerente, insinuante, cercano al atractivo de la mirada miope y huidiza.
Más que un concepto o una narración, la exposición evoca un tono, una atmósfera que generan los varios paisajes, las personas y los animales que lo contienen. Nos atraen como las fotografías que se encuentran en los mercadillos, por su anonimidad y su misterio. De figuras solitarias, momentos y objetos que contienen algo que se escapa continuamente. Pinceladas parecidas al talante de los animales, difíciles de fotografiar porque son impredecibles, no les importa estar sucios o sabotear una escena perfecta.
Como el resquicio de inseguridad escondido en la elegancia de la madurez.
Como el reflejo del sol en la vajilla de un plato con restos de comida, en un ambiente relajado de sobremesa.
Como la perfección de los peinados antiguos de las mujeres, tan melancólicos.
Como el frágil estampado de las alas de una polilla marrón.
Como los pliegues del tejido de un bañador mojado que nos va ligeramente grande.
Como aquella foto de paisaje que hicimos mal desde el tren.
A las antípodas de los textos demasiado pautados y claros de los algoritmos, de la obviedad de los discursos producidos y estudiados que inundan la prensa. De todo lo que tiene que ver con la supuesta realidad, tan aumentada, tan perfecta, tan normativa que se confunde con el fake, siempre optimizada y rentable. Esta ambigüedad, placer y poesía son más necesarios que nunca.
—Texto de Rosa Lleó